Iglesias, refugios o prisiones para inmigrantes en Nueva York

  • noviembre 6,2017

Amanda Morales despide a sus hijos que se van a la escuela desde la entrada de una iglesia gótica, sin animarse a salir a la calle por temor a lo que pueda pasar si abandona el templo en el que se refugió hace dos meses y donde se siente prisionera.

Morales ocupa desde agosto dos pequeñas salas de la Iglesia Episcopal Holyrood en el Alto Manhattan en la que se refugió luego de que el servicio de inmigración dispusiese su deportación a Guatemala. Afirma que no puede regresar a su país de origen y que no quiere dejar a sus tres hijos, todos nacidos en Estados Unidos, por lo que optó por buscar santuario en un templo religioso.

“Con tanto encierro, siento que me voy a volver loca”, expresó la mujer una mañana reciente mientras sus dos hijas mayores se dirigían a la escuela acompañados por una voluntaria y ella se quedaba en la iglesia con su hijo menor. “Hay noches en las que casi no puedo dormir”.

Al menos dos docenas de inmigrantes sin permiso de residencia se han refugiado en iglesias de Estados Unidos desde que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas intensificó sus arrestos de extranjeros con un status irregular. Los arrestos aumentaron un 40% tras la llegada de Donald Trump a la presidencia.

Morales ofreció una idea de su experiencia a la Associated Press, describiendo lo que es su vida bajo la ansiedad asociada con el hecho de que está escondida todo el día, excepto por algunas escapadas aisladas a un dentista cercano o salidas ocasionales a las escaleras de la iglesia.

Tiene razones para sentirse ansiosa. Como fugitiva, puede ser arrestada en cualquier momento, aunque el ICE, como se conoce al servicio de inmigración por sus siglas en inglés, generalmente considera las iglesias “sitios sensibles” y no ingresa a ellas en busca de inmigrantes.

Morales despide a sus hijos cuando se van a la escuela desde el ingreso a la iglesia, sosteniendo la botella de leche de su otro hijito, que juega en los bancos de madera. Es el único momento del día en el que ve la luz del sol.

Se pasa la mayor parte del día en la pequeña biblioteca de la iglesia, donde hay dos catres en los que duermen ella y sus hijos, y una sala adjunta en la que hay una nevera, una pequeña mesa, unas pocas sillas y un microondas. Comen platos sencillos y abundantes macarrones con queso o chicharrón y yuca.