Cañar, un paisaje ecuatoriano de tristeza y desarraigo marcado por la migración

  • octubre 28,2014

Bajo los techos de tejas rojas de las viviendas de la provincia de Cañar se protegen un sinfín de historias de desarraigo y tristeza inimaginables, en medio del apasible paisaje de esta ciudad del sur ecuatoriano, donde la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) realizó recientemente la III Reunión sobre Migraciones.

Atrás van quedando las casas de adobe que todavía se ven en las zonas rurales donde ahora proliferan majestuosas viviendas, construidas por emigrados, las que permanecen cerradas durante largas temporadas, al parecer esperando que sus dueños se decidan a regresar al país o quizás esperando el mejor postor.

"Esa que ve ahí está entre 280.000 y 300.000 dólares. Yo estuve buscando una para mi suegra que vive en Estados Unidos y no bajaban de ese precio", cuenta el taxista Juan Muñoz al equipo de la agencia Andes que cubrió el foro de la Celac.

A ese evento, que concluyó el jueves pasado, asistieron delegados de 19 países de la región, en la sede de la Universidad Nacional de Educación (UNAE), ubicada en la parroquia Javier Loyola, a pocos minutos de Azogues, la capital cañarense, para debatir temas migratorios, en especial relacionados con menores no acompañados y reunificación familiar.

La provincia de Cañar, y en especial su ciudad capital, se muestran algo desiertas a los ojos del transeúnte; por sus calles limpias y empinadas no camina mucha gente, y cualquiera opina que "es un milagro que alguien de por aquí no tenga aunque sea un solo familiar afuera".

Azogues es una de las veinte ciudades con mayor porcentaje de emigración en relación a su población, un 8,04%, según el estudio 'Ecuador: la migración internacional en cifras', publicado en 2008 por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), sede Quito.

Cañar, Azuay y Loja son las provincias que presentan mayor porcentaje de personas que se han marchado del país de manera clandestina, con ayuda -principalmente- de los "coyoteros". La ola migratoria se agudió a finales de los noventa a causa de la falta de empleo y de oportunidades, sobre todo luego de una grave crisis económica y financiera en la que cientos de ecuatorianos perdieron sus ahorros debido a un "feriado bancario".

Esa fecha marcó un punto de giro en el fenómeno migratorio ecuatoriano, por el que más de dos millones de personas dejaron este país, indicó a Andes Humberto Cordero, subsecretario de la comunidad migrante ecuatoriana, del Viceministerio de Movilidad Humana, oficina que será instalada en Cañar a fines de 2014, como parte de los esfuerzos por "aterrizar" en los territorios políticas públicas para resolver problemáticas como esta.

Un estudio del Instituto Nacional de Estadística y Censos de Ecuador (INEC), publicado en 2008, señala que el principal país de destino de los ecuatorianos ha sido España y Estados Unidos, en ese orden, mientras Italia es el tercer sitio escogido por los emigrados para radicarse.

La mayoría de los migrantes era de clase medio y salió del país por sentirse mal remunerado, según apunta el estudio.

Alejandrina, Juan, Martha y... otros tantos

Las historias de migración abundan en esta provincia. Frente a la misma sede donde se desarrolló el encuentro de Celac, en la parroquia de Javier Loyola, vive y trabaja Alejandrina Chicaiza, de 55 años.

Cuatro hermanos suyos se fueron hace casi 25 años. Luego dos de sus hijos también salieron en busca del "sueño americano". Ninguno regresa todavía porque siguen sin documentos legales en Estados Unidos, cuenta la mujer.

"Ellos no han sido felices nunca, ni nosotros. Aquí no somos felices más aunque pase mucho tiempo", dice con los ojos enjugados de lágrimas mientras su nieta de unos nueve años saluda curiosa a los reporteros. Ese instante es aprovechado por la abuela para comentar que su yerno también se fue hace unos cinco años. Desde entonces, no se vieron más aunque ahora "se hablan todo por internet", relata la abuela.

"Yo le dijera a la gente que no se vaya. Aquí ya casi no hay ni hombres y hasta las mujeres se van detrás de ellos", señala tras las rejas de su tienda de barrio donde se esconde de las cámaras porque repite una y otra vez: "no quiero salir en televisión".

A unos 100 metros de allí, Mariana Zotamba comparte su experiencia. "Se me fue una hija y un hijo, ellos se van para allá y nunca más los vemos". Su nieto Ricardo Zotamba, a quien ella crió desde que tenía un año -cuando se fue su hija- tampoco conoce a sus padres. El joven de 22 años mira a su abuela con ternura y también reconoce: "me quisiera ir".

La mujer confirma el drama que están viviendo muchos niños y jóvenes en Ecuador y que ella ha palpado en carne propia. Uno de sus sobrinos que migró fue deportado hace tres años, encadenado hasta llegar a Guayaquil. "Como si fueran ladrones (...) así los tratan a los ecuatorianos allá", comenta.

Mario Játiva, funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana de Ecuador, asegura que de esta zona los menores de edad siguen saliendo fundamentalmente Estados Unidos para procurar reunificarse con la familia "y es difícil controlarlos, porque con 16 y 17 años, por ejemplo, no piden permiso a los abuelos, sino que tratan de irse a como dé lugar".

Otro caso es el de Martha Lozada, de 42 años, trabajadora de limpieza del hotel León, en Azogues. Aunque su semblante evidencia más edad, luego de 11 años en tierras estadounidenses, donde hizo "de todo" lo que alcanzó para procurarse un empleo y algún bienestar. Trabajaba vendiendo refrescos y agua natural.

También dejó en Ecuador a dos hijos con su madre, y ahora que regresó, Lozada confiesa que ellos no comprenden que lo hizo "por ellos mismos". Su tercer hijo nació en el país norteamericano y ahora es él quien "no se enseña (adapta) en Ecuador"-

Lozada migró tras pagar a un "coyote" y luego "una cadena" de ellos la ayudó a cruzar la frontera, tras llegar vía aérea a Nicaragua. De la travesía hasta territorio norteamericano lo que más temía constantemente no era ser descubierta "sino morirme".

"Luego regresé porque mi hermano me llamó y me dijo: 'mira, tu hijo está así y tú si eres su madre debes venir a ocuparte de él' (...) Vine con unos 2.000 dólares, no sabía a qué iba a venir, pero como madre vine. Ya no ha sido igual, aunque he tratado de recuperar a mis dos hijos mayores", comenta.

"No vale la pena haberse ido", dice mientras parece repasar con la vista la distancia de los años que estuvo lejos, aunque pudo ahorrar para comprar una casa, quizás, sea una de las casas de tejas rojas en las que esconden historias grises de quienes habitan en estos lares.

Otros tiempos

Cordero, del Viceministerio de Movilidad Humana, explicó a Andes que ese panorama comenzó a cambiar con la transformación económica y social impulsada por el gobierno de Rafael Correa, al otorgarle a esta problemática toda la atención posible y crear la Secretaría Nacional del Migrante (Senami), integrada ahora a la Cancillería.A ello se suma la mejor condición de vida, la reducción de la pobreza y la desigualdad, y la mejor situación que evidencia el país. Sin embargo, reconoce que la migración también "está pasando factura (...) porque vemos descomposición en la familia, drogadicción, vandalismo, una serie de cosas a las que no hubieran pasado en un país integrado y equitativo", puntualizó.

Fuente: Andes