Jóvenes migrantes son pobres y viven sin empleo en España

  • junio 27,2016

Cristian Pérez tiene 18 años y reconoce que hace unos meses quería dejar de estudiar. Hoy es diferente. En septiembre lo matricularon en un Centro de Formación de Adultos (CEPA) de la Comunidad de Madrid que le cambió la perspectiva del mundo: "Seré fontanero. Sé cómo montar un baño y conozco los componentes de una caldera. En fin. Estoy preparado para trabajar".

Dominicano de nacimiento, Cristian tiene el pelo alborotado y mientras habla se limpia sus blanquecinas manos, manchadas con polvo de cemento. Le quedan apenas unos días para terminar el curso y apura las horas dispuesto a enrolarse en el ejército de jóvenes buscadores de trabajo en un país como España, que con el 46,6% de desempleo juvenil lidera el ranking de la UE. Pero Cristian dice no tener miedo al futuro que le aguarda a la vuelta de la esquina. "Me gustaría también estudiar algo relacionado con los negocios para así crear mi propia empresa. Sería una forma de unir las dos piezas porque reconozco que las posibilidades de trabajar para alguien son escasas", aseguró con contundencia.

A medida que se aproxima la fecha de su graduación, Cristian acelera el rastreo del mercado y ahora siente la inquietud de imaginarse sin trabajo en una selva donde la competencia reina. "Pero soy optimista", afirmó, y añadió: "Creo que España tiene margen de mejora en el tema laboral". A él le gusta hablar de política porque tiene sus propias convicciones. Aseguró que no es utópico ni soñador, "sino más bien realista" y no cree en los milagros económicos. Ya con la mayoría de edad recién cumplida exhibe sin dobleces su ponderada fórmula para cambiar las cosas. "Cuando comience a asentarse el trabajo sólido, en lugar de los recados (el temporal) que tratan de imponernos, la economía mejorará. Es la clave", aseveró con energía. Y por eso votará en las elecciones que se celebran hoy en España. Será la primera vez. Pero Cristian no oculta sus preferencias políticas porque en este tipo de conversaciones le gusta decir lo que piensa. Entonces, se pone serio. "El PP no me gusta nada y Unidos Podemos tiene una propuesta económica muy poco viable". Confía más en el PSOE y Ciudadanos para que el porvenir borrascoso que auguran a los jóvenes se vuelva un poco más luminoso. Las elecciones casi coinciden con el fin de este curso de formación que le ha abierto la puerta a un escenario nuevo, pero que no le garantiza ni autonomía económica ni bienestar. "Aún no tengo decidido mi voto, pero las cosas mejorarán porque a peor no pueden ir".

Nacho tiene 17 años. Es rubio y alto, y se ha dejado crecer una minúscula perilla, como dándose un cierto aire misterioso. Estudia en el Instituto Mariano José de Larra del barrio madrileño de Aluche. Su sueño es convertirse en médico y triunfar, pero intuye "que lo más probable es que termine siendo un desempleado más". Su compañero de mesa es José y es peruano. Se considera un fanático de la informática, pero no sabe si al final llegará a la universidad o ayudará a su padre en Mercamadrid, el núcleo que abastece de alimentos a la capital de España. José no conoce el salario mensual de su padre. Pero según las cifras aportadas por diversas organizaciones sociológicas españolas, el 31% de los migrantes adultos no encuentra trabajo y el 54% que lo tiene asegura que es inestable y mal pagado. De hecho, solo el 10% de los 4,7 millones de migrantes que hay en España gana más de 1.500 euros al mes frente al 67% que no alcanza los 1.000 euros. "Pues si no puedo trabajar, yo también tendré que migrar", indicó José con una sonrisa pícara.

Su amigo Nacho coincide con él en que la catastrófica deriva del mercado laboral ibérico está milimétricamente planificada, para que "solo los niños de papá, los enchufados y adinerados, encuentren trabajo y sean felices". "Y si eres migrante aún lo tendrás peor", remachó José. No hay datos fiables del impacto del desempleo real entre los migrantes económicos, pero si además es joven es casi como un salvoconducto a la marginación. Para Nacho, ese futuro es "asqueroso" y estará presidido, "si alguien no lo remedia", por una especie de orden donde el fin sirva para justificar los medios. "Gracias al cual a muchos nos tocará emigrar", coincidió con José. Y lo dice en voz alta para que sus compañeros puedan escucharle y aplaudir su opinión. "Las empresas ya no contratan por lo que uno vale, sino por lo que quieren pagar", agregó. Una triste realidad que afecta a sus propios padres y a la de varios de sus amigos, todos de familias golpeadas por una crisis brutal. "Mi padre y mi madre están buscando trabajo".

Una de las chicas que acompaña a Nacho y José asegura conocer gente con "dos licenciaturas que hoy se dedica a asar hamburguesas y a limpiar cristales". La que habla es Inés y con 16 años aparenta tener la cabeza bien plantada sobre los hombros. Es una de las alumnas que más claro tiene que lo suyo está en la universidad, aunque con una titulación todavía incierta. Quizá psicología. "Una profesora me ha dicho que no tiene futuro y que intente mirar otras posibilidades, pero a mí me gusta la psicología".

Inés pertenece al primer escalón o al último, según se mire, del grupo de población más vulnerable de caer en las afiladas garras de la pobreza. De hecho, un estudio presentado el pasado año por investigadores sociales y periodistas de la Fundación PorCausa destapó que la tasa de paro de jóvenes entre 16 y 19 años residentes en España pasó de 31% en 2007 a 63,7% en 2015, y que el 21,3% de los trabajadores entre 18 y 24 años es pobre. Unas cifras estratosféricas que, si fueran tomadas en serio por los responsables políticos actuales, serían elevadas a una cuestión de Estado. Justo lo contrario de lo que ha ocurrido. La reforma laboral realizada por el PP y el deterioro de la gran mayoría de los servicios públicos asistenciales sufridos durante los últimos años ha incrementado de manera desoladora las privaciones de estos jóvenes. El periodista e investigador José Luis Marín formó parte del equipo que elaboró el informe y sus conclusiones son demoledoras: "Estamos hablando de que esta situación de exclusión tendrá unas consecuencias nefastas en el futuro inmediato de toda la sociedad. La más grave es que un amplio sector no cotiza a la seguridad social y, por lo tanto, llegará un momento en el que no se podrá pagar las pensiones. Pero es que, además, se están malgastando recursos en la formación de una generación que, al final, no repercutirá en el bienestar colectivo".

Marín cree que se ha estigmatizado a muchos jóvenes con apelativos cargados de alusiones peyorativas, como el de 'Ni ni', aquellos que ni estudian ni trabajan y que no están buscando trabajo o recibiendo la formación necesaria para encontrarlo, lo que no es del todo cierto si se analiza con atención las bolsas de trabajo.

Es el caso de Leire, bilbaína de 19 años, que piensa matricularse en un curso formativo para soldadores. Considera que los jóvenes "son presa fácil" de calificativos que tratan de justificar el abandono al que han sido recluidos por un sistema laboral que, a tenor de los números, no funciona. "Estoy cansada de escuchar que no nos esforzamos para encontrar trabajo y que vivir en casa de los padres es muy cómodo". Leire está inscrita en la bolsa de trabajo del Instituto vasco de Empleo (Lanbide) y en otra del instituto de formación profesional donde estudió. Hasta ahora nadie la ha llamado. "Es que a la mayoría nos obligan a seguir conviviendo en el hogar familiar. ¿Qué otra opción nos queda, aparte de migrar?", repitió con enfado. No le faltan razones. El estudio sobre los riesgos de exclusión de la población juvenil, elaborado por la Fundación Por Causa, refleja que, en este asunto, España también encabeza la lista de países europeos donde la edad de emancipación es más tardía. Si en 2007 el 73,6% de la población de entre 16 y 29 años vivía con sus padres, en 2013 aumentó al 76,1% hasta situarse 10 puntos por encima de la media de la UE. Y aún peor. Si el riesgo de caer en la pobreza de estos jóvenes emancipados era del 39,6% antes de la explosión de la crisis, ahora se acerca al 40%.

"En España faltan apoyos a la juventud. A la vista está que no es suficiente una política pública caracterizada por un modelo de bienestar en el que la única protección que ofrece es el subsidio por desempleo", declaró José Luis Marín. Y así lo refleja en el macroestudio, consciente de que la sensación de seguridad para las nuevas generaciones de trabajadores se quiebra cada día un poco más tras décadas de abandono.

La esperanza de Leire es rebelarse contra la autocomplacencia que muestran los políticos ante las gélidas cifras. "Sobre todo cuando nos dicen que antes, refiriéndose a lo que sufrieron nuestros abuelos o padres, fue mucho peor. Entonces, ¿para qué nos formamos? Así no podemos continuar porque el país terminará empobrecido en todos los niveles", se quejó. Para Marín, "carece de toda lógica comparar ambas situaciones porque de lo que se trata es de arreglar lo que pasa ahora".

Hace algunos años, España vivió una gran depresión tras un proceso feroz de transformación económica que cambió la fisonomía del país. El problema de hoy es que los jóvenes, el futuro del país, miran hacia adelante y solo intuyen tinieblas. Quizá, como dice Cristian, las elecciones que hoy se celebran en el país cambien un poco esta negra panorámica.

El Telégrafo