Los presos de Pensilvania ya no reciben cartas

  • octubre 19,2018

Las prisiones en Pensilvania ponen las esposas a las cartas manuscritas. La correspondencia que los familiares mandan a los presos las revisa primero un empleado de una contratista en Florida, que escanea su contenido antes de enviarlo a la cárcel. Al reo le llega así por vía electrónica una copia fría de las fotos o de los dibujos de sus hijos. La restricción afecta también a las donaciones de libros, que se amontonan en las oficinas de colectivos como Books Through Bars. No es consecuencia de la adaptación a la era digital, es una medida para combatir el contrabando de droga.

La nueva política entró en vigor hace un mes. El acceso directo a la correspondencia se eliminó por completo. El Departamento de Prisiones de Pensilvania, el primero en EE UU que llega a este extremo, explica es la vía para poner freno al incremento tráfico de sustancias ilícitas por el sistema. Ofrecen un dato para exponer el problema. Se gastan 15 millones de dólares al año para tratar al personal que entra en contacto con drogas sintéticas muy potentes, como el fentanilo.

Pensilvania cuenta actualmente con 27 centros penitenciarios que acogen a 48.000 presos. La página en Facebook de la agencia muestra fotografías en las que se ve una Biblia que en el interior tenía varias ristras de un opiáceo muy popular entre los presos, junto a una carta en la que se explica como distribuir las drogas utilizando programas para la donación de libros a los presos, como Books Through Bars.

Las autoridades explican que los traficantes “empapan” las páginas de las cartas y de los libros en sustancias ilícitas para evadir la detección. Para evitar el contacto directo del preso, el correo personal se dirige ahora a un centro de procesamiento en St. Petersburg, donde un empleado abre el sobre a casi 1.800 kilómetros de distancia, le hace una copia en color (incluidas las fotos) y la reenvía después en formato electrónico al centro que acoge al reo.

Se calcula que la compañía Smart Communications procesa unas 4.000 páginas diarias con su servicio MailGuard. La compañía explica en su portal que es “una manera inteligente” de procesar el correo. Pensilvania se está convierto de paso en un campo de pruebas. Si la carta es de un abogado, entonces es un empleado de prisiones el que la abre en su presencia del preso y le entrega una copia. En el caso de los libros, los reos no podrán recibirlos directamente.

Diana Woodside, directora política de la agencia de prisiones en Pensilvania, señala que la Biblia fue enviada a través de la cadena de librerías Barnes & Noble. Creen que un cliente incluyó la droga en su interior antes de pararla por caja. Explica que los libros siempre fueron un vehículo de contrabando, “la diferencia en los últimos seis meses es que se introduce en una forma líquida que no se puede detectar”.

Los casos de sobredosis, añaden al justificar la medida, están cayendo y las investigaciones internas revelan que las sustancias ilícitas empiezan a escasear por el sistema. Ohio, donde también lidian con una espiral de casos en los que los empleados deben ser tratados por estar expuestos a mezclas como la heroína y el fentanilo, las autoridades penitenciarias están estudiando adoptar medidas similares.

Nueva York también dio el año pasado una acción parecida en el mismo sentido, orientada a restringir la adquisición de libros para de esta manera cortar una vía de distribución de las drogas. Pero como ahora en el caso de Pensilvania, la medida se tuvo que rescindir por la presión pública y las acciones legales que se emprendieron. Los críticos la vieron como una “guerra declarada contra los libros”.

Hay peticiones para que se ponga fin a esta política. El colectivo Books Through Bars considera la medida “es un insulto” a sus voluntarios y contraria al objetivo de educar a los presos. Por eso está contemplando adoptar una acción legal. La American Civil Liberties Union considera que la nueva práctica sobre el correo viola el derecho a la confidencialidad en la comunicación del preso con su abogado.

Las leyes de la oferta y la demanda también se aplican en la cárcel. William Nicklow, responsable de la oficina de inteligencia del Departamento de Prisiones, señala que el precio de la marihuana sintética se disparó como consecuencia de que se cortó la vía del correo. “En algunos casos se ha triplicado”, señala. También repuntó el número de visitantes que cogieron tratando de introducir drogas por otra vía.

La asociación que representa a los empleados de prisiones en Pensilvania dice que aún es pronto para decir que se está cortando realmente el tráfico de drogas, pero si señalan que “hay menos incidentes”. En paralelo se está destinando más personal a las zonas de visitas, se prohíbe temporalmente el uso de máquinas expendedoras e instalando sistemas para la detección de drones.

La agencia que regula las cárceles en el Estado responde a las críticas diciendo que llevará aún algunos meses ver como se van aplicando todas las disposiciones de la nueva política. Señalan, en el caso de los libros, que a cambio se están ampliando el acceso de los presos a dispositivos electrónicos de lectura e incluyendo más volúmenes en las bibliotecas de los centros, así como a cursillos por correspondencia.